jueves, 30 de diciembre de 2010

Kompong Cham, una Camboya más auténtica

Después de seis días en Siam Reap era hora de comenzar a descubrir la Camboya más real y auténtica, una Camboya rural, llena de verdes arrozales, pueblos acogedores y menos turistas. Nos planteamos la posibilidad de viajar en barco hasta Battambang, como hice en mi anterior viaje al país, pero finalmente optamos por avanzar hacia el este por tierra. 


Nuestro próximo destino sería Kompong Cham, a orillas del Mekong. Nos pasaron a buscar por el hotel para coger el autobús (3´5 USD) que salía a las ocho de la mañana. Aunque se suponía que sólo eran tres o cuatro horas, no llegamos hasta la una de la tarde. Me parece importante aclarar algunos aspectos sobre los autobuses:

En Camboya es muy común que los propios hoteles o pequeñas agencias (o incluso casi cualquier persona), te vendan los billetes de autobús o barco, incluyendo que te recojan y te lleven hasta la estación en tuktuk o moto. Siempre aseguran tener el precio más bajo y no cobrar comisión aunque por supuesto no es así. En lugares como Siam Reap, donde hay una gran competencia (por lo que apuran los precios) y la estación está lejos, puede merecer la pena pagar ese poco más por la comodidad de ese servicio pero sin embargo en otros sitios pretenden cobrarte un sobrecargo excesivo por ir a una estación a la que puedes llegar andando sin problemas. Además hay que tener en cuenta con qué compañía se va a viajar ya que por el mismo precio puede haber diferencias considerables como la existencia o no de aire acondicionado, detalle importante cuando vas a pasar varias horas en la carretera. Después de varios errores, aprendimos que Sorya Transport solía tener mejores autobuses. Otro dato a tener en cuenta en la planificación, es que los retrasos en la hora de llegada son habituales.

Lo primero que hicimos tras bajar del autobús fue dirigirnos hacia la orilla del Mekong para buscar alojamiento en esa zona. Pronto nos dimos cuenta de que merecía la pena pagar un par de dólares más para dormir en el cómodo Hotel Mekong (7 USD, habitación doble sin aire acondicionado). La recepcionista intentó ganarse un extra ofreciéndonos billetes de autobús para el próximo destino pero no le salió bien.


Comimos en la terraza del Lazy Mekong Daze (7 USD) y allí mismo alquilamos dos bicicletas para lo que quedaba de día (1 USD por bici, medio día). Queríamos aprovechar para visitar esa tarde Koh Paen, una pequeña isla del Mekong. Tuvimos que utilizar el ferry para llegar hasta ella, en vez del pintoresco puente de bambú que emplean en la estación seca. Estuvimos un tanto confiados y no preguntamos el precio al subir así que abusaron un poco y nos cobraron bastante más que a los locales (1 USD ida y vuelta). Para calcular el tiempo del que disponíamos, preguntamos a qué hora salía el último ferry, lo hacía a las seis así que sólo teníamos un par de horas para perdernos por la isla.


Nada más bajar, unos cincuenta metros más adelante, había una bifurcación. Confiamos en que fuera un recorrido circular y que al final apareceríamos por el otro camino a tiempo, si no cuando lleváramos unos 50 minutos nos daríamos la vuelta. Comenzamos a pedalear a buen ritmo por el sendero de tierra, saludando a los niños y mayores que nos sonreían al pasar. El paisaje, verdes arrozales, y las casas, sencillas y frágiles, nos recordaban a la zona de las 4000 islas en el sur de Laos.

Comencé a notar que algo no iba bien en mi bicicleta. Le pedí a Marcos que lo comprobara pero no vio nada raro hasta que fue demasiado tarde. No es que hubiera pinchado, es que me había cargado la rueda trasera, allí en medio de la isla cuando ya casi había pasado el tiempo que nos habíamos marcado como límite para volver. Afortunadamente andando un poco llegamos a una especie de monasterio donde, después de reirse un poco, nos acompañaron a unas casas cercanas donde había alguien que nos podía reparar la bicicleta. Una chica muy amable, la única que hablaba inglés, nos ayudó a entendernos con el mecánico y a pactar un precio.


Después de un rato intentando arreglar el pinchazo y cambiar la llanta, rodeados de todos los vecinos del lugar riéndose sin disimulo, llegamos a la conclusión de que la cubierta había cedido y no era posible una solución a tiempo. Teníamos que pensar un plan B y el único que se nos ocurrió fue que alguien nos acercara en moto al ferry (llevando la bicicleta). Tuvimos que volver a buscar a la intérprete que una vez más nos ayudó con una sonrisa. A Marcos le tocó cargar con la bici como pudo mientras yo deshacía el camino pedaleando con la suya a toda velocidad.

Llegamos a tiempo al ferry y ya en tierra firme seguimos haciendo reir al personal hasta el restaurante, cruzándonos con los que practicaban aerobic a orillas del Mekong.







1 comentario:

Vania dijo...

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