domingo, 12 de diciembre de 2010

Descubriendo Leiden

Después de recoger las mochilas, cogimos un tren (40 min) desde la Estación Central de Amsterdam hasta la histórica ciudad de Leiden. Esta población holandesa, ciudad natal de Rembrandt, muestra la esencia del país: numerosos canales, los típicos molinos, un concurrido mercado al aire libre, interesantes museos y una vida cultural muy animada. Y tal vez lo que más nos impresionó, la amabilidad de su gente y su interés en que nuestra estancia fuera inmejorable.


Sin duda todo esto ha agravado nuestra Holanditis. Después de un par de breves escapadas a Holanda, apuntamos como pendiente un viaje de mayor duración en el que profundicemos más en pequeñas localidades, a buen seguro, llenas de encanto.

Nada más llegar, dejamos el equipaje en el Hotel Golden Tulip Inn Leiden Centre, cómodo alojamiento con una buena situación para descubrir la ciudad. Lástima que la conexión a internet tuviera un precio elevado. Nos hubiera gustado poder contar más en directo nuestra experiencia en Holanda.


Desde allí, fuimos paseando a buen ritmo hacia el mercado que se celebra en Leiden todos los sábados. Con más de 200 puestos, llegamos a tiempo de ver las últimas compras de la jornada: frutas, verduras, quesos y pescado, junto con prendas de ropa y utensilios varios.


Tras un breve descanso en la habitación, nos reencontramos para ir a cenar al restaurante Koetjes & Kalfjes, donde coinciden un cálido diseño y buena comida. Algunos bloggers aprovecharon su wifi gratuita para ponerse al día pero otros preferimos continuar compartiendo experiencias viajeras.

Aunque ya había anochecido todavía nos esperaban dos interesantes actividades en este intenso día: un crucero por los canales de Leiden y asistir a la función que esa noche había en el teatro de la ciudad. Durante el paseo en barco, con la compañía Rederij Rembrant, pudimos conocer algunos detalles de esta ciudad universitaria que cuenta con 28 kilómetros de canales y con nada menos que ¡88 puentes! A diferencia de los de Amsterdam son mucho más bajitos por lo que el barco en el que montamos debe tener el techo menos elevado.



Llegamos en barco hasta el teatro más antiguo de Holanda, donde Koen Brakenhoff nos contó su interesante historia. Esa noche tuvimos la oportunidad de ver Blaze, un espectáculo de baile donde el coreógrafo Anthony van Laas reunía a streetdancers de diferentes ciudades del mundo. Entre el público que llenaba el recinto había desde grupos de jóvenes adolescentes hasta familias con niños, una combinación que no es fácil de ver en los teatros españoles y que refleja la tradición y vida cultural de los holandeses.

Al día siguiente tuvimos la suerte de recorrer el centro de Leiden acompañados de una buena guía.  Nos mostró desde los edificios más característicos hasta los rincones más encantadores. Fue especialmente interesante la visita al museo De Lakenhal donde tuvimos la oportunidad de conocer en profundidad los momentos más trascendentes de la historia de la ciudad. 




Repusimos fuerzas en el céntrico restaurante Einstein, donde pudimos elegir entre sabrosas sopas, potentes ensaladas o diferentes bocadillos. Y como colofón a esta escapada, visitamos la casa de Sinterklaas, santo holandés que vive en España y que todos los años navega en barco de vapor hasta Holanda, para llevar la noche del 5 al 6 de diciembre los ansiados regalos a los niños (y mayores) que se han portado bien.



Ya sólo quedaba pasar por el hotel a recoger el equipaje para subir al tren hasta el aeropuerto de Schiphol (20 minutos) y regresar a casa con una amplia sonrisa.

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