Llegamos a La Serena prontito por la mañana y al salir de la estación de autobuses nos costó un poco más de la cuenta orientarnos. Resultado: vimos amanecer perdidas entre naves industriales. Eso sí, una vez que descubrimos que habíamos ido justo al revés, todo fue mucho más sencillo. Nos quedamos en el primer alojamiento que preguntamos, Casa María (6.500 por persona), probablemente el lugar más hospitalario donde he dormido nunca. Aunque sencillo, nos hicieron sentir como en casa desde que entramos y se esforzaron por darnos toda la información sobre qué hacer en la zona.
Aunque nuestra primera opción era visitar la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, eran casi las ocho de la mañana y no teníamos tiempo de negociar un buen precio para el tour. Así que decidimos visitar el Valle de Elqui en transporte público.
En este área se produce la mayor cantidad de pisco del país y en su lucha por defender que esta bebida tipo aguardiente es originaria de Chile y no de Perú, rebautizaron un pueblo con el nombre de Pisco Elqui. Tuvimos que correr para pillar el autobús que se dirigía hacia allí (2500 CLP), el lugar más alejado al que iríamos. Disfrutamos del paisaje con picos nevados al fondo, algunas viñas todavía con hojas anarajandas y otras ya sin ellas, un gran embalse y el contraste de ver el valle fértil y una de las laderas llena de diversos tipos de cactus.
En el valle se pueden hacer diferentes senderos pero en tan sólo una jornada no nos lo planteamos. Desde Pisco Elqui, donde está la destilería Mistral (cerrada ese día), caminamos unos 4 kilómetros de vuelta hasta el pueblo natal de la poetisa Gabriela Mistral, Monte Grande, donde se puede visitar un pequeño museo (también cerrado ese día).
Cogimos otro colectivo hasta el pueblo de Vicuña (1500 CLP) donde nos dimos un homenaje en el Club Social probando un plato típico chileno: la chorrillana.
Para bajar la comida dimos una vuelta por la plaza de armas con su curiosa torre Bauer (1905) y la iglesia de la Inmaculada Concepción.
Y de nuevo volvimos a La Serena (1800 CLP) donde todavía tuvimos tiempo para dar un agradable paseo y descubrir muchas de sus 29 iglesias.
Como resumen de la experiencia, los paisajes han sido espectaculares pero los pueblos no nos han parecido con un encanto especial.
1 comentario:
Jo, todo cerrado, todo cerrado... A ver si lo de Dublin fue por ti...
Mucha comida, mucha comida, pero las gambas de rigor, qué?
Un besico y pasadlo bien (je, je, como una madre...)
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