16 de Julio, Dar - Stone Town (Zanzibar)
Buen desayuno con tostadas en el hotel y, después de reservar otra habitación para el día 22 de julio, cogemos un taxi para ir hasta el ferry. Negociamos el precio con un hombrecico que resulta no ser el conductor sino un apegado que nos acompaña hasta las taquillas. Nos parece todo un tanto extraño y confirmamos con el taxista el precio, no le parece bien pero el espontáneo le convence. No entendemos muy bien cuál será su beneficio porque al dejarnos en la taquilla se va y nosotros pagaremos el precio estipulado. Además se gana la enemistad de todos los cansinos que hay por los alrededores.
Hemos optado por el ferry lento de "Flying Horse", que sale al mediodía.
Nos hacen mal cambio si pagamos los billetes con moneda tanzana así que nos acercamos a un banco próximo para conseguir dólares. Además también necesitamos dinero en efectivo para los días que vamos a pasar en Zanzibar. Nos marean, ahora aquí, ahora allá, los cajeros para conseguir más chelines no funcionan... Tenemos que hacer otra vez fila y además se nos intentan colar de mala manera pero no nos dejamos. Después de todo el lío nos dicen que no podemos cambiar chelines tanzanos a dólares sin un justificante de en qué nos los vamos a gastar, ¡en fin!. Volvemos a las taquillas del ferry esquivando de nuevo a los cansinos y compramos los billetes con algunos dólares que nos quedaban (20 USD cada uno).
Ya casi son las 12 así que embarcamos. Todos los extranjeros somos VIP, con supersillones en el piso superior. Se mueve bastante así que intentamos descansar con los ojos cerrados. Llegamos después de tres horas moviditas y hacemos los trámites de inmigración. Nos sorprende porque estamos dentro del mismo país y además no hemos hecho lo propio en la parte continental, pero incluso nos sellan el pasaporte y tendremos que entregar un impreso de salida cuando nos vayamos.
Ya habíamos leido en la guía la insistencia de los papasi, como llaman por aquí a los cansinos. Es una palabra swahili que significa garrapata, poco después entendemos a la perfección el calificativo gracias a uno de estos individuos.
Resulta imposible deshacernos de él y nos acompaña callejeando hasta el Jambo Inn. Intentamos esquivarlo comiendo primero en un restaurante que hay en la plaza de al lado, pero ni con esas. Pregunto en el hotel mientras Marcos toma el postre, pero está lleno. Vienen más turistas y aprovechamos para despistar a nuestro papasi particular. Conseguimos llegar al Flamingo, donde cogemos una habitación con baño compartido y desayuno por 20 USD.
Ya hemos comido, ya tenemos habitación, es hora de salir a recorrer Stone Town.
Una niña pequeña, nada más salir del cole, se quita con dificultad el pañuelo blanco que cubre su cabeza y cuando lo consigue esboza una amplia sonrisa.
Nos dejamos llevar entre las estrechas callejuelas llenas de vida, con niños que nos saludan, hombres jugando al dominó o a un juego africano con una semillas o a las damas con tapones de botellas de agua mineral. Tenemos que esquivar las numerosas bicicletas que bien sisean o tocan el timbre para avisar de su paso. Llegamos al mar a la altura del antiguo fuerte y la casa más grande de Zanzíbar, con la puerta tallada más grande de Africa Oriental.
Lamentablemente se nos pega otro cansino y no hay manera de que se vaya. Lo ignoramos absolutamente pero insiste más y más. Resistiremos. Disfrutamos de una buena puesta de sol desde la playa, observando como varios grupos de adolescentes practican volteretas y acrobacias. En una plaza que hay justo detrás empiezan a funcionar un montón de puestos de comida callejera. Todavía es pronto para que cenar así que seguimos descubriendo esta ciudad, ya sin nuestra "sombra" que ha desaparecido con el sol.
Buscamos un sito para navegar. Nos perdemos un poco, aparecemos por la zona del mercado con ya casi todo cerrado y un nuevo "amigo" nos hace de guía por media ciudad hasta encontrar un lugar abierto con acceso a internet. Le damos sinceramente las gracias y una propinilla. "¡A lo mejor nos volvemos a ver, Manga!"
Volvemos paseando a la zona de puestos de comida que sigue muy animada. Cenamos pizza-empanada, kebab, una croqueta de pescado con chapati y un par de pinchos, hablando con dos señores de Omán que nos explican que Zanzíbar perteneció su país y que los edificios más emblemáticos los construyeron ellos.
Regresamos solos al hotel, sin contratiempos, a buen paso por las oscuras y estrechas callejuelas de esta impactante ciudad.
17 de Julio, Stone Town - Kendwa
Comenzamos el día desayunando en la azotea del hotel teniendo una visión diferente de Stone Town. Preguntamos por los minibuses que van a las playas y nos dicen que ya han salido a las ocho de la mañana. A la una a lo mejor hay hacia la zona norte pero al este es más complicado. Así que comenzaremos a descubrir más rincones de Zanzíbar por el norte, elegimos Kendwa porque se supone que es más tranquila que la cercana Nungwi. Reservamos po 9000 TZS y vamos a ver el mercado en todo su apogeo.
Al principio me da vergüenza sacar la cámara pero Marcos, muy majico, me anima a preguntar y la gente me va dejando hacer fotos. Hay un estrecho edificio con un ala para el pescado y otra para la carne, el resto del mercado son puestos bajo una techumbre de plásticos que deja pasar la luz entre sus rendijas. Venden especias para turistas, frutas y vegetales diversos, etc. Damos otra vuelta por la zona del pescado, miramos los pulpos, rayas, un pequeño tiburón, bonitos enormes y al fondo una pequeña subasta donde están cortando por la mitad una raya gigantesca.
Continuamos por las callejuelas contiguas donde siguen los comercios: sederías, sastrerías, relojerias... Vamos descubriendo mezquitas, casas asombrosas y rincones especiales de esta interesante ciudad.
Como nos da tiempo nos acercamos a visitar la Iglesia Anglicana, construida en el antiguo mercado de esclavos. Bajo el hotel Santa Mónica todavía se pueden ver dos de las habitaciones donde los hacinaban. Afloran diferentes sentimientos: claustrofobia, repulsión e incomprensión ante tales atrocidades cometidas no hace demasiado tiempo.