Para aprovechar al máximo la escapada de tres días, salimos de Barcelona a las seis de la mañana con el primer vuelo de
Vueling. Dejamos el coche en el parking
Aparcaivola express (8´95 euros al día), una explanada vallada, más barato que el
Parking de larga estancia (13,20 al día) pero sin ni siquiera un tejadillo o un baño decente.
Nos acercaron con la furgonetilla a la terminal y desayunamos antes de emprender el viaje. Coincidimos ya con parte de los
bloggers con los que compartiríamos el riesgo de sufrir
Holanditis. A las organizadoras y al resto, los conocimos ya en tierras holandesas, tras su vuelo con
Easyjet desde Madrid.
Aunque en el programa aparecía que nos vendría a recoger un minibus vino un gran autobús, augurio de que nos iban a tratar a lo grande. Llegamos rápido al
Hotel CitizenM, el hotel más moderno y futurista en el que hemos estado y, probablemente, estemos en mucho tiempo. Han tenido en cuenta todos los detalles para marcar la diferencia con un hotel convencional. Desde la recepción, en la que te haces tu mismo el
check-in en los ordenadores del hall, hasta la llave de la habitación que después puedes llevarte como tarjeta de identificación para el equipaje.

Subimos a la habitación a dejar la mochila y nos sorprendió su innovador diseño, con la ducha y el inodoro en medio, dentro de mámparas cilíndricas cuya iluminación de colores podías elegir con un mando. Mando con el que también podías regular las persianillas, correr las cortinas e incluso elegir en la televisión el tipo de sonido que querías para el despertador (pájaros cantando, música...). Más tarde descubriríamos otros detalles cómo poder elegir para la ducha entre dos tipos de geles (para el día y para la noche) o la bolsita del desayuno que uno mismo cogía de un árbol en recepción.
Sin tiempo que perder, bajamos para comenzar un intenso día en el que descubriríamos un
Amsterdam diferente.