domingo, 5 de junio de 2011

Campos de sal y pimienta en Kampot


Después de unos días de playa pasados por agua, Kampot fue nuestro siguiente destino. Esta apacible ciudad ofrece una oportunidad más para ver la vida cotidiana en Camboya: monjes pidiendo su limosna matutina, agricultores cultivando el arroz y también una de las pimientas más famosas del mundo.



Para llegar hasta allí cogimos un taxi compartido desde Sihanoukville (16.000 rieles por persona) en el que compartimos el reducido espacio con nuestros compañeros de viaje durante las dos horas que duró el trayecto. Más que nuestra incomodidad nos preocupaba la del conductor que compartía asiento con uno de los pasajeros.

Encontrar alojamiento fue sencillo. Como en tantas otras poblaciones del sudeste asiático, en una misma calle se localizan varios alojamientos económicos con lo que es fácil comparar incluso con el peso de la mochila a la espalda. Nos quedamos en Kampot Guesthouse por 8 USD.

Algo más duro resultó contratar el tuktuk con el que queríamos aprovechar el resto del día visitando los alrededores de Kampot. El agotamiento después de tantos días de viaje nos hacía más vulnerables a la hora de la negociación e incluso nos planteamos dejarlo para el día siguiente. Después de comer apareció un nuevo conductor que aceptó una propuesta menos disparatada, probablemente porque ya pensaba que ese día lo había perdido.

Por 13.000 rieles, pactamos el recorrido por los campos de sal, una cueva en la que hay un pequeño templo y los campos de pimienta. La última parada en Kep para ver el atardecer y cenar cangrejo se reconvirtió en un mínimo descanso donde poner la protección de lluvia en el tuktuk, las lluvias nos seguían acompañando.

Salinas

Phnom Chhnork
Campos de pimienta
Para el día siguiente habíamos pensado acercarnos al Parque Nacional de Bokor que combina el bosque primario con edificios de la época de la colonización francesa. En la guía recomendaban dejar claro que el tour (18 USD) incluía trekking en la zona pero, por una vez, nosotros preferíamos no tener que andar ya que aún me estaba recuperando de la típica diarrea del viajero. Lamentablemente no se podía elegir, no quedaba más remedio que hacer la caminata ya que estaban de obras en la carretera y era la única opción para salvar la zona de obras que era intransitable. 


Amaneció lloviendo y el sentido común nos hizo desistir. Bokor quedaría pendiente para otra ocasión.

2 comentarios:

Noelplebeyo dijo...

en un mes y medio allí estamos...

ml dijo...

¡Qué suerte! Yo todavía no sé qué haré este verano. De momento gana puntos Sudamérica para cambiar de aires, pero el precio de los vuelos será determinante.