Si normalmente nos dejamos llevar y no planificamos demasiado los viajes, nuestra estancia en
Uganda batió todos nuestros records previos. Sin apenas investigación previa y con tan sólo algunas hojas sueltas de la
Lonely del país en inglés, nos dirigimos hacia allí desde
Kenia con algo más de tres semanas por delante. Tan sólo llegar fue toda
una odisea que puso a prueba nuestra paciencia y nuestra espalda.
Desde Nairobi o Nakuru hay autobuses directos hasta Kampala (capital de Uganda) por ejemplo con Akamba, pero preferimos hacer el viaje
por tramos desde el lago Naivasha. Casi nos bajamos en el lago Elementeita, donde se pueden ver flamencos sin tener que pagar los 60 USD que ahora cuesta la entrada al Parque Natural del Lago Nakuru, pero estuvimos lentos de reflejos, tal vez atontados por la
predicadora espontánea que estaba dándonos un sermón a todo volumen en el autobús.
Desde la ciudad de Nakuru, continuamos en matatu hacia Kisumu, a orillas del lago Victoria.
El paisaje cambió drásticamente, siendo el verde por primera vez el color predominante: campos de té que parecen mosaicos, con pequeñas sendas y coníferas que marcan los límites. De vez en cuando, grupos de pequeñas casas juntas, probablemente donde viven los trabajadores de las plantaciones. Kericho es la capital del té del oeste de Kenia.
Hacemos noche en Kisumu: Hotel Triple Troyano, 600 UGX la habitación doble con baño compartido. Hace mucho calor y la ducha con agua fría se agradece. Cenamos pizza y pinchos picantes y a dormir que mañana madrugaremos para intentar llegar a Kampala.
Toca el despertador a las 6:00 de la mañana. Desayunamos en el primer bar que encontramos abierto y nos dirigimos hacia la estación de autobuses. Pasa un matatu por esa misma calle y lo cogemos para no seguir cargando con las mochilas, va hacia Busia, en la frontera, y aunque somos los primeros en subir se llena medio pronto. Decidimos pagar en el destino alertados por nuestro instinto. Y menos mal. Después de llevar un buen rato, para en un pequeño pueblo y nos dice que se vuelve a Kisumu. Para poder cobrar nos busca otro transporte con cuyo conductor negocia y le adelanta su parte de nuestro billete. Veinte kilómetros más tarde, nos vuelve a pasar lo mismo. Tenemos claro que no pagaremos hasta el final así que tienen que volver a aclararse entre los conductores. Esta vez hemos subido a un autobús grande que nos lleva hasta la frontera.
Nos tomamos un merecido refresco para recuperarnos: han sido tan sólo 80 kilómetros pero hemos tenido que coger tres medios de transporte y en vez de dos horas han sido más de tres. Hacemos los trámites para salir de Kenia, afortunadamente podremos volver a entrar con el mismo visado.